Reseña: Hannah, la nueva joya indie mexicana
Hannah de SpaceBoy: un viaje a los rincones oscuros de la mente infantil, entre pesadillas y traumas. ¿Te atreves a explorar?
Al fin tuvimos la oportunidad de poder jugar Hannah, el esperado título de terror que fue desarrollado en nuestro hermoso país por el estudio mexicano SpaceBoy. Este título del género del terror nos promete sumergirnos en un viaje perturbador a través de los rincones más tenebrosos y escalofriantes que una mente infantil puede crear. Inspirado en juegos que inmediatamente se me vinieron a la mente como Little Nightmares, Hannah nos llevará a través de una narrativa sombría que aborda temas profundos que deberás descubrir para no arruinar tu experiencia.
Es increíble como el desarrollo de videojuegos en nuestro país sigue tomando fuerza en los últimos años con propuestas arriesgadas pero originales. Entendemos que un videojuego debe ser divertido y ofrecernos una aventura única e increíble. Pero también se debe valorar el esfuerzo por desarrollar y publicar un videojuego con competencias tan fuertes como el recién lanzado Silent Hill 2. SpaceBoy tuvo un gran reto y a continuación te diremos cómo lo afrontó ofreciéndonos un juego de terror psicológico con una atmosfera inmersiva y una narrativa oscura e inquietante.
Una narrativa profunda y escalofriante
En Hannah, nos ponemos en los pequeños zapatos de la protagonista homónima, una niña en busca de su muñeca llamada Ronda en un mundo surrealista donde cada nivel representa un rincón de su mente fragmentada. Al explorar niveles como el Taller y la Relojería, cada escenario se adapta a sus propios elementos: encontraremos cables y herramientas en uno, y relojes y engranajes en el otro, evocando una sensación de nostalgia y de sobrecogimiento. Estos entornos logrados con esmero no solo crean un sentido de lugar, sino que contribuyen a una experiencia que emula perfectamente la perspectiva de una niña en un mundo gigantesco.
Sin embargo, Hannah no está sola en su odisea. Una figura colosal, de naturaleza casi cósmica, con una apariencia paterna y mecánica, sigue sus movimientos con una mirada omnipresente que nunca da paz. Esta figura aporta una carga extra de tensión y temor, como si una oscura presencia estuviera siempre al acecho, recordándonos constantemente lo diminutos e indefensos que somos.
Uno de los puntos más notables de Hannah es su enfoque narrativo. La historia se revela gradualmente a través de cintas VHS dispersas, que funcionan tanto como coleccionables como elementos narrativos clave, relatando la historia de Hannah y su familia. Estos recuerdos dolorosos, representados en viñetas estilizadas y viscerales, nos llevan de vuelta a la estética emo de mediados de la década de los 2000, un guiño visual que nos ayuda a conectar con la historia. Esta narrativa contextual es un ejercicio que va más allá del simple texto; SpaceBoy ha logrado que entendamos a Hannah y su trauma a través de una combinación de símbolos, metáforas y escenarios, ofreciendo una historia que puede apreciarse como un rompecabezas emocional.
Con Hannah, SpaceBoy toca temas difíciles como el trauma infantil, la salud mental y el dolor familiar, pero sin caer en el sensacionalismo. En cambio, estos temas son explorados de forma orgánica, integrándose con el gameplay y la atmósfera para contar una historia intensa sin caer en clichés o exageraciones.
Exploración y acertijos con un toque psicológico
La jugabilidad de Hannah se define como un puzzler de plataformas en 3D. En términos mecánicos, es sencillo: saltar, interactuar con objetos, y ocasionalmente utilizar elementos del entorno para avanzar o resolver puzles. Aunque las mecánicas son básicas, esto permite que el juego sea accesible para todos los niveles de habilidad, enfocando la atención en la exploración y el descubrimiento en lugar de la complejidad de los controles.
El diseño de niveles en Hannah es excelente, creando un mundo laberíntico y envolvente donde el jugador se siente constantemente enfrentado a decisiones de exploración. Además, la posibilidad de regresar a niveles completados para recoger los coleccionables faltantes, como diskettes que desbloquean arte conceptual, aporta un valor extra para aquellos que disfrutan de explorar cada rincón. Sin embargo, algunos detalles técnicos, como el manejo de la cámara, afectan la experiencia de juego, lo que lleva a momentos frustrantes cuando intentamos ver el mundo desde una perspectiva específica y la cámara se rehúsa a cooperar.
Uno de los aspectos en los que Hannah tropieza un poco es en la precisión de los controles. Aunque las mecánicas básicas son intuitivas, la falta de precisión en los controles y el manejo de la cámara pueden ser un obstáculo, especialmente en secciones que requieren plataformas de precisión. La cámara fija y los ángulos predefinidos pueden resultar incómodos, limitando la libertad del jugador y haciendo que ciertos saltos sean difíciles de realizar. Esto es algo que SpaceBoy podría considerar mejorar en futuras actualizaciones, ya que una mayor flexibilidad en la cámara y controles más responsivos mejorarían la experiencia considerablemente.
Estilo visual y arte: Un diseño sombrío y detallado
Visualmente, Hannah apuesta por un estilo artístico único, que prioriza el ambiente y la estética sobre el realismo. Los escenarios y personajes son como escenas sacadas de un sueño oscuro con una estética de los años 80s. Aunque el juego sufre ciertos problemas gráficos menores, como algunos bugs en el audio y en las texturas de los niveles, el estilo visual compensa cualquier deficiencia técnica. Al adoptar esta estética tan personal, SpaceBoy consigue que el juego mantenga una atmósfera inquietante y memorable, recordándonos que, aunque los gráficos pueden envejecer, un estilo bien definido es eterno.
Lo que realmente destaca es cómo SpaceBoy usa el diseño de los entornos para contar una historia. Cada habitación, pasillo y objeto parece tener una historia detrás, un detalle que los jugadores más observadores sabrán apreciar. Este enfoque meticuloso hacia los escenarios hace que cada rincón del juego sea una oportunidad para profundizar en la narrativa.
Sonido y música: un diseño auditivo que aumenta la tensión
Un buen juego de terror psicológico depende en gran medida de su apartado sonoro, y “Hannah” no es la excepción. Desde el sonido ambiental hasta los efectos de sonido y la banda sonora, SpaceBoy logra crear un entorno donde el silencio es tan inquietante como los momentos de ruido intenso. Cada paso, cada crujido, y cada sonido de fondo aumenta la tensión y hace que el jugador sienta constantemente una presencia amenazante.
La música es discreta, pero efectiva; lejos de ser invasiva, complementa perfectamente los momentos de mayor suspenso, acompañando la narrativa sin restarle protagonismo. La mezcla de audio permite al jugador experimentar la sensación de inmersión total, ya sea jugando con audífonos o a través de un sistema de sonido. Este diseño sonoro cuida cada detalle, haciendo que el terror psicológico cobre vida de una manera más intensa.
¿Vale la pena jugar Hannah?
A pesar de sus limitaciones, Hannah ofrece una experiencia inmersiva que atraerá a los fanáticos del terror psicológico y a quienes valoran una narrativa rica en simbolismo y emoción. La combinación de su estilo visual, los temas complejos que aborda y su mundo atmosférico hacen de este juego una joya mexicana que merece reconocimiento en el panorama de videojuegos indie. Si eres de los que disfrutan las experiencias que desafían tanto tus emociones como tus habilidades, Hannah de SpaceBoy es una experiencia que no puedes dejar pasar.
Agradecemos mucho a SpaceBoy por proporcionarnos un código para poder realizar esta reseña.