Crítica: X-Men: Dark Phoenix
No hay justicia para Phoenix. Ni para los X-Men.
Finalmente llega a su cierre la saga más longeva de superhéroes en ser trasladada a la pantalla grande: X-Men. Sin duda, esta es una de las series más irregulares en el cine. Desde auténticas obras maestras (Days Of Future Past, Logan) hasta simplemente vomitivas (Apocalypse), llega el momento para que Dark Phoenix cierre la historia… Con nulo éxito.
Con las actuaciones de James McAvoy, Sophie Turner, Jessica Chastain y Jennifer Lawrence, este es el debut direccional de Simon Kinberg, quien anteriormente había fungido como productor y guionista de varias cintas estelarizadas por las creaciones de Stan Lee y Jack Kirby.
Tras los eventos de Apocalypse, la paz y tranquilidad se respira entre los pupilos de Charles Xavier. Los mutantes son aceptados entre la sociedad por sus acciones, aunque esto genere fricciones entre Xavier y Raven, quien considera que solo ayuda para obtener reconocimiento. Durante una misión espacial, Jean Grey absorbe una erupción solar que incrementa considerablemente sus poderes, convirtiéndose así en una amenaza latente para todos a su alrededor.
Esto es aprovechado a favor de la enigmática Vuk (Jessica Chastain), quien busca utilizar estos poderes a su favor. ¿Lograrán los X-Men regresarla a la normalidad?
Es bien sabido que a estas alturas, la fórmula del cine de superhéroes está en exceso gastada. Pero aunque la acción y trama sea predecible, los héroes en pantalla, con su carisma y gran personalidad, mantienen a flote el relato. En Dark Phoenix ocurre todo lo contrario, pues los personajes solo terminan por hundir en la mediocridad esta película.
Kinberg cometió exactamente los mismos errores que en su guión para The Last Stand: una completa falta de apreciación hacia la figura de Jean Grey. Empezando por el cursi arranque sobre sus orígenes y habiendo tantas oportunidades para explotar al máximo el potencial de sus poderes y trasfondo, se queda en el mero esbozo de lo que pudo ser. Literal, lo mostrado en los tráilers es lo único relevante que pasa. No hay interacción trascendental con el personaje de Jessica Chastain más allá de la idiota manipulación gratuita típica de “ellos no te aceptan”. ¡Claro que es la antagonista, qué más podría ser!
Evan Peters como Quicksilver, alguna vez el momento de mayor chispa en esta serie, es reducido a un vil secuaz sin personalidad. Raven en su pose de bastión de moralidad superior recae en lo irritante. Pero quien se lleva los laureles es nuestro querido Xavier, quien es inútil gran parte del tiempo, solo como la figura “sabia” sin realmente dirigir un rumbo. Un incrédulo irremediable. Magneto… Existe para llenar esa necesidad de ser un obstáculo momentáneo. Nada más.
Encima, la película es aburrida por varios momentos. Entre la misión espacial, el enfrentamiento clásico de Magneto vs. X-Men, la reconciliación “unámonos todos por 10 minutos para enfrentar al mal mayor” y el mismo jodido epílogo del ajedrez que en The Last Stand, no hay cabida alguna para la sorpresa o tan siquiera algo que mantenga el ritmo de la trama. La confrontación entre las fuerzas de Chastain contra los mutantes tiene momentos decentes, pero no es suficiente.
Es triste que este sea el cierre de una saga que arrancó excelente en sus dos primeras cintas y que terminó en un declive terrible. Ni siquiera se puede hablar de un arco argumental en su totalidad en relación a la trilogía original por todos esos vacíos e incoherencias cronológicas que deja. Phoenix está destinada a que jamás se le haga justicia en pantalla. Y quizá sea lo mejor.
Calificación: 3.0